Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1869-1871 (Cortes Constituyentes de 1869 a 1871)
Sesión: 3 de octubre de 1869
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Gomi, al Sr. Figueras y al Sr. Sorní
Número y páginas del Diario de Sesiones: 130, 3.777 a 3.779
Tema: Comandantes de los Voluntarios de Madrid

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): No voy a contestar al Sr. Figueras: voy a suplicar que dé esta contestación al Sr. Sorní. Supone el Sr. Figueras que los comandantes de los batallones republicanos (que también supone S. S. que hay batallones republicanos?)

El Sr. PRESIDENTE: Que no los hay, que no puede haberlos, y así lo han manifestado los mismos comandantes.

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): Supone el Sr. Figueras que los comandantes de batallones republicanos, que no los hay, han dicho que están dispuestos a sostener el orden y defender y acatar las resoluciones de las Cortes Constituyentes, no porque estuviesen dispuestas a ello, sino por temor de que sus batallones fueran desarmados, disueltos. Pues yo pregunto al Sr. Sorní: Sr. Sorní, Diputado de las Cortes Constituyentes, comandante de un batallón de Milicia de Madrid de opiniones republicanas, ¿ha firmado S. S. el acuerdo de esta mañana por temor de que su batallón pueda ser disuelto o desarmado, o ha firmado por tener la idea de que no puede haber dentro de España ni en ninguna nación fuerza armada dentro de la ley que no esté dispuesta a sostener y defender los acuerdos de la soberanía nacional? (Bien, bien) Y no diré más sobre este punto esperando que el Sr. Sorní, tan noble, tan patriota como es, dé cumplida contestación al Sr. Figueras.

Pero S.S., que no pierde nunca ocasión de hacer cargos al Gobierno por cosas que vengan o no a la cuestión, nos ha hablado del desarme de la Milicia de Barcelona. Este desarme ha sido a consecuencia de una protesta hecha en corporación por los comandantes de la milicia contra una disposición del Gobierno. Y si el Sr. Figueras supiera la constitución mejor de lo que parece saberla, ya que tanto respeto quiere que l gobierno tenga a la Constitución respecto a los ciudadanos, debería [3777] querer que los ciudadanos tuvieran más respeto a la ley fundamental con relación al gobierno; si S.S. supiera, digo, algo mejor la Constitución, recordaría que en el art. 20 está terminantemente prohibido el derecho de petición ni de representación a ninguna clase de fuerza armada: lea S.S. este artículo, y verá como por una razón eminentemente constitucional, aparte de una consideración de orden público, el Gobierno ha estado en su derecho y ha cumplido con su deber de representante desarmando a la Milicia de Barcelona.

(Hablan el Sr. Figueras y el Sr. Presidente.)

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): Conste, pues, que el Sr. Figueras no tiene razón; conste, pues, que el Sr. Figueras ha inferido una injuria a los señores comandantes de la Milicia Nacional de Madrid; y esos comandantes, Sr. Figueras, han hecho esa declaración porque creen lo que cree el Gobierno, porque creen lo que cree el Sr. Sorní, porque creen lo que creen todos los que quieren el orden: que la fuerza armada no puede estar dentro de la ley más que sosteniendo el orden y acatando y sosteniendo los acuerdos de la Asamblea, expresión de la soberanía nacional. (El Sr. Figueras pide la palabra.)

No lo han hecho por lo que el Sr. Figueras suponía; no lo han hecho por temor a un conflicto que pudiera sobrevenir en Madrid por el desarme de algunos batallones, que hubiera podido tener lugar a causa de la negativa de algunos comandantes, sino por lo que ha dicho el Sr. Sorní, por lo que yo he dicho antes, y por lo que dicen, y es natural que digan, todos los hombres de orden.

Pero el Sr. Sorní, al levantarse a darme la razón y quitársela a su compañero y correligionario el Sr. Figueras, ha cometido una inocentada, permítame S. S. que se lo diga. El Sr. Sorní es muy bueno: tan bueno, que sin querer ofenderle, como acabo de decir, se pasa a la inocencia.

Yo sé que S.S. es valeroso; sé que S. S. no hace ni deja de hacer las cosas por temor; pero a mí que confieso que él tiene valor, no sé por qué ha querido negar el mío, fundado en un hecho en el cual no tuve absolutamente nada que ver. ¿Qué tengo yo que ver con el abandono del Teatro Real? ¿Fui yo el que le abandonó Sr. Sorní? Yo no tengo para qué juzgar ahora si en aquellas circunstancias las dos o tres compañías de Milicia que en él había hicieron bien o mal en abandonarle. ¿Qué tengo yo que ver con eso? Yo no estaba allí porque me hallaba en otra parte, donde se hallaba la mayor fuerza del batallón, y cuando se me dijo que aquel sitio había sido abandonado, yo me encontraba aquí. ¿Y sabe S. S. para qué? Procurando los medios de proporcionar a la Milicia lo que le faltaba, pólvora y balas. Aquí hay varios comandantes de aquella época que pueden decirlo. Yo propuse hacerla de algodón, procurando buscar por todos los medios y de todos los modos la manera de proporcionar municiones a la Milicia Nacional de Madrid. ¿Tengo yo, pues, que ver algo [3778] con el abandono del Teatro Real? ES una inocentada que no ha venido a cuento, Sr. Sorní.

Insisto en lo que he dicho antes, Sr. Figueras: no puede haber fuerza armada que tenga opiniones contrarias a las establecidas en la Constitución del Estado. Y si su señoría ha creído ver una contradicción entre lo dicho por el ilustre Presidente de esta Cámara, jefe natural de la Milicia de Madrid, y el Ministro de la Gobernación, S.S. se ha hecho una ilusión. Los comandantes de la Milicia de Madrid eran llamados por su jefe natural; acudían voluntariamente, y eran consultados sobre un punto acerca del que ellos podían contestar lo que tuvieran por conveniente. Por lo demás, el Sr. Presidente de las Cortes ha dicho terminante mente que los comandantes de la Milicia Nacional son tan dignos, caballeros y honrados, que sí no estuvieran dispuestos a sostener el orden y todos los actos que emanen de la soberanía nacional, no darían lugar a ser destituidos, sino que harían dimisión. Por esto no había rezón para tratar de disolver los batallones de la Milicia de Madrid, porque si sus comandantes no hubieran hecho la declaración de estar dispuestos a sostener el orden, como está obligada a sostenerle toda fuerza armada, hubieran presentado la dimisión, como correspondía a su dignidad y lealtad.



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